domingo, 16 de octubre de 2016

Las relaciones internacionales (I): introducción histórica

Ahora, el mundo es uno. Cualquier noticia –sea verdadera o sea falsa–, en un pequeño lugar del mundo, puede tener repercusiones internacionales de manera inmediata. Hace unos pocos años, alguien, un periódico local, publicó que las cuentas de resultados de Google iban a presentar una pérdida. Inmediatamente bajo la cotización en Bolsa de Google y perdió millones (es verdad que había unos beneficios inferiores a los esperados, pero en ningún caso pérdida). Otra noticia local de un periódico publicó hace unos años que el Presidente de Siria había sido abatido por un caza. Al poco, en los mismos días, subió el precio del petróleo hasta el punto que tuvo que salir el Presidente por televisión para probar lo contrario (e incluso entonces se pensó que eran grabaciones y el precio del petróleo siguió durante unos días subiendo). Es decir, noticias falsas –o no–, publicadas en cualquier medio local del punto tiene repercusiones internacionales, y esto se debe a la alta sociedad de la información, donde todo circula con una velocidad extraordinaria, pero no ha sido fácil, su evolución está siendo extraordinaria.

Relaciones internacionales y Derecho Internacional Publico
Las relaciones internacionales evolucionan conforme evoluciona el mundo.

Desde que se inventa la escritura hace 5.000 años, la vida internacional era una vida muy reducida. La economía era local y agrícola, la producción era fundamentalmente el alimento, que se vendía dentro de la localidad. Y la relación que había entre las personas era una relación jerárquica, no existían los trabajadores, existía el siervo, y así hasta hace 500 años, en que aparece uno de los grandes inventos de la humanidad, que es la empresa. La relación entre el productor y el que le ayuda a producir no es ya una relación basada en la servidumbre o la esclavitud, sino que ser percibe un salario, una prestación económica, independientemente de que fuese insuficiente o poco proporcionada con el trabajo producido. Y entonces se empiezan a producir no sólo alimentos, sino también materiales, que ayudan a hacer la vida más cómoda en el hogar.

Cambia también fundamentalmente la fuente de expansión de los productos. Antes la economía era principalmente local, se producían materiales para venderse en los vecinos, o incluso para intercambiarse. En cambio, ahora la economía trasciende hasta la frontera, y se hace una economía nacional. Se pueden vender los productos mucho más lejos, con la mejora de los caminos y de los transportes. Hasta el siglo XIX.

En el siglo XIX se produce el segundo gran proceso mundial de producción, con la industria. Y ya con la creación del ferrocarril, de los grandes barcos de vapor, la economía se hace mundial, intercontinental. Ya se puede vender lo que uno produce ya no sólo dentro de las fronteras del Estado sino que se puede vender mucho más allá de la frontera. Y los Estados empiezan a protegerse contra los corruptores de otros países para proteger a los propios. Empiezan a darse otros intercambios fundamentales, los servicios, empiezan a tener un tráfico internacional las patentes, los conocimientos.

Y hace 50 años empieza a producirse el último –por ahora– gran proceso expansivo de la historia, que es la información (información que no es sólo el conocimiento, sino también desde hace unos pocos años todo lo referido a los ordenadores). Esto ha producido un avanza que ya no es puramente matemático sino también en la frontera de lo inimaginable, como vemos en los ejemplos de noticias de medios locales que alcanzan en un instante repercusión mundial que hemos visto. ¿Cuánto durará? Pues con este sistema que estamos viviendo se calcula que mientras que un ordenador necesite una persona detrás manejándolo seguiremos en este proceso, hasta que se manejen independientemente. ¿Y qué va a ser del que necesite un trabajo?, ¿dónde va a poder producir para generar ingresos? Siempre, a lo largo de la historia, cada uno de estos cambios mundial, ha producido un trasvase de actividad: los agricultores se convierten en industriales y los industriales se convierten en operarios de la sociedad informática. Ahora, un 4% de la producción mundial sale de ahí, un 16-17% son industriales y el resto se dedica a empresas relacionadas con la informática.

Ahora se está desarrollando un sistema nuevo, que han inventado los japoneses, que se conoce como la función ameba. Las amebas son estos seres unicelulares que se reproducen continuamente, dividiéndose y dividiéndose, y las amebas son las mismas desde que se creó la Tierra. Pues los japoneses han inventado este sistema, un señor trabaja en su casa con su ordenador, de experto en marketing de radio comarcal, y cada vez que una radio comarcal quiere hacer una campaña de marketing le contrata a él. La empresa por tanto se está amebizando, con la consecuencia de que aunque los rendimientos son enormes, con especialistas en materias determinadas en la que lo sabe casi todo, y al trabajar en su caso todos los rendimientos son para él. Esto, sin embargo, está produciendo una consecuencia grave en la sociedad japonesa, personas que no se relacionan con nadie, trabajan en sus casas todo el día y no salen para nada (es decir, una ameba perfecta). Cada vez las empresas demandan más este tipo de personas, porque suponen unos ahorros importantes.

Todo este proceso parece que ha sido como por arte de magia, pero no, hemos hablado de casi 5.000 y pico de años. Todo esto es muchísimo tiempo y muchísimo esfuerzo, y la sociedad no se mueve ahora al mismo ritmo, vivísimo, que antaño. Pensemos el cambio, extraordinario, operado en China. En el año 212 a.C. se produce lo que conoce como la crisis de los reinos combatientes, que lo gana uno de esos reinos, el rey de China. Pues bien, distintas dinastías pero una misma monarquía ha regido hasta el siglo XX, hasta el último emperador, el emperador Puyi. Durante todo este tiempo, solamente en el siglo XIII, hubo una guerra con el exterior, y en el siglo XVII, cuando también hubo una guerra. Es decir, desde el siglo II a.C. hasta el siglo XX, China no ha nunca un enemigo contra el que luchar: se encerró a sí mismo, construyendo la gran muralla donde no había una frontera natural. Esto explica que los chinos se considerasen independientes del resto del mundo, hasta el punto que cuando el rey Jorge IV de Inglaterra en el siglo XVIII envía una legación al rey de China, pidiéndole que establezca relaciones comerciales y diplomáticas, el rey le responde con una frase que ha quedado para siempre: “Reinando sobre la totalidad del hombre, el hijo del cielo solo aspira a un gobierno perfecto, y rechaza los productos que desconsideradamente se le ofrecen”. Fijaros, desconsideramente, porque entendía el rey de China que el ofrecerle intercambios comerciales y políticos suponía tratarse de igual a igual. En 80 años ha avanzado muchísimo China, al menos desde el punto de vista político, y si estamos hablando de China, a nuestras sociedades europeas occidentales también le ha costado mucho trabajo.

Los griegos consideraban que tenían una superioridad natural sobre el resto de los pueblos. Natural, por el simple hecho de nacer griego ya se era superior, y no establecían relaciones con ningún pueblo. Lo único que puede considerarse un avance, por así decirlo, era que idearon una especie de templo para los dioses comunes a los diferentes pueblos, sean o no griegos.

El paso siguiente es Roma. Roma también se considera que el pueblo romano es por naturaleza superior al resto de los pueblos: por cultura (aunque la cultura romana es una expansión de los griegos) y por lo militar. Eso sí, crean un órgano, el ius fetiale, el derecho de los de fuera, para que aquellos de los extranjeros que lleguen a Roma puedan ser atendidos por una institución, que son los fetiales. Por lo tanto parece que hay una pequeña apertura hacia los demás. No solamente los romanos consideraban que estaban a su poder los extranjeros, consideraron también que formaban parte de Roma hasta los dioses extranjeros (y lo que hacen para ello es crear un templo, el Panteón, donde están representados todos los dioses extranjeros sometidos). Una especie de sometimiento espiritual, y por eso los graves problemas de los romanos con el pueblo judío, que no tenían un dios representable en escultura ni en estatua, estando incluso prohibido su representación.

Y nos encontramos ya con la tercera evolución social que es el islam. A su cabeza el califa, que tiene una única misión: convertir a todo el mundo al islam. Con la única excepción de los pueblos que se llaman del libro: judíos y cristianos, que siempre que no hagan proselitismo entre los musulmanes se les permite que sigan su religión, siempre que no menoscaben la expansión del islam. Pero el Corán establece que antes de someter a un pueblo, antes de declararle la guerra santa, es necesario la exhortación a la conversión: el califa, tiene la obligación moral, religiosa, de antes de iniciar una guerra pedir al pueblo que se haga musulmán. Si lo aceptan, ya no hay causa de guerra, si no lo aceptan, está el degüello. Por tanto, como vemos, los pasos han sido mínimos, lo que ocurre es que la sociedad no podía producirse, porque faltaba el descubrimiento de América, sólo cuando este se produce, es cuando puede hablarse una sociedad puramente mundial.

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- Las relaciones internacionales


+ Las relaciones internacionales (II): evolución del Derecho Internacional

+ Las relaciones internacionales (III): los Estados

+ Las relaciones internacionales (IV): los pueblos

+ Las relaciones internacionales (V): los movimientos de liberación nacional

+ Las relaciones internacionales (VI): los beligerantes

+ Las relaciones internacionales (VII): el individuo

+ Las relaciones internacionales (VIII): las organizaciones internacionales

+ Las relaciones internacionales (IX): el reconocimiento de Estados

+ Las relaciones internacionales (X): la Organización de las Naciones Unidas

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Por Javier García de Tiedra González, Abogado y autor de Introducción a la Inversión, una guía para aprender desde cero a rentabilizar nuestros ahorros.

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Fuente:
Lecciones magistrales del abogado y profesor asociado de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales Jesús Rodríguez Gómez (Universidad de Cádiz).